30 de diciembre de 2024
En abril de 2019, al día siguiente del espectacular incendio de Notre-Dame-de-Paris, Sedgwick fue requerida por una aseguradora para cubrir parte del siniestro, vinculado al tesoro de la catedral. A diferencia del edificio en sí, que es propiedad del Estado francés, es la Diócesis la que gestiona este patrimonio de casi 1.000 objetos y obras de arte, conservados en el edificio y, por tanto, directamente impactados por el incendio.
La conmoción de entrar en Notre-Dame
La primera dificultad de esta reivindicación era el acceso al recinto. Hasta que el perímetro no estuviera totalmente asegurado, ningún forastero podía entrar en la catedral.
Unos días más tarde, entrar en el edificio seguía siendo un shock. En primer lugar, la luz es inusual. Como el tejado estaba perforado por tres sitios, Notre-Dame aparece en un torrente de luz directamente desde arriba, sin su lado tradicionalmente oscuro tras 850 años de exposición a los humos de velas, incienso, etc.
Una segunda sorpresa: las paredes son blancas. Mientras que un lugar incendiado está cubierto de hollín y ennegrecido por el fuego, la piedra del edificio era de un tono claro. La explicación es muy sencilla: los bomberos bombardearon literalmente el edificio con sus mangueras de agua, limpiando los muros de la catedral.
Por último, entre los escombros se alza una estatua renacentista intacta, una Pièta de mármol blanco.
Una misión de conservación en condiciones específicas
Como en otras catástrofes menos emblemáticas, la misión consistía en extraer las obras, descontaminarlas y limpiarlas, y luego conservarlas. Una parte del tesoro había sido evacuada al Hôtel de Ville, pero otra seguía allí una semana después del incendio. La disponibilidad de un inventario preciso de las casi 1.000 obras afectadas facilitaría enormemente la intervención de Sedgwick.
La misión de evaluación debía durar cinco meses, en consulta con varias partes, entre ellas la Direction Régionale des Affaires Culturelles (DRAC) y el Ministerio de Cultura francés.
Había que tomar decisiones de inmediato sobre el transporte de las obras, dónde se almacenarían y cómo se asegurarían. Normalmente, las obras tardarían cinco años en completarse, por lo que parte de la misión consistía en garantizar su seguridad durante ese periodo.
Se pidió a Sedgwick que formulara recomendaciones sobre todas estas acciones inmediatas y, en particular, sobre las condiciones de embalaje y transporte, restauración y protección de las obras.
En cuanto a la seguridad, es importante comprender que la Sala del Tesoro estaba situada lejos del centro del edificio, en un lateral, y tenía una puerta de madera. No estaba excesivamente húmeda, a diferencia de otros lugares donde el suelo estaba empapado. Pero seguro que había un alto nivel de hidrometría. El antiguo órgano del coro no se había quemado, pero su caja de madera, catalogada como Monument Historique, estaba encharcada. Para restaurarlo, incluyendo parte de sus tubos de madera, se planteaba la cuestión de si hacerlo in situ, en medio de una obra al aire libre, o en otro lugar desmontándolo. La intervención de un organero especializado nos permitió elaborar presupuestos precisos para poder pasar a una fase más operativa una vez fijado el importe de la indemnización.
Descontaminación y restauración de obras de arte
Al igual que con el embalaje, las medidas a tomar dependían de la naturaleza del objeto y, en particular, de su material: la madera, el metal, etc. no reaccionan de la misma manera ante la humedad, el hollín o la presencia de plomo, por ejemplo.
En todos los objetos de metal, que constituían el 80% del Tesoro, un pincel fino y un sistema de vacío hicieron la mayor parte del trabajo, en cámaras estériles y en talleres específicamente equipados para este tipo de restauración. A continuación, las obras se almacenaron en el Louvre, donde se expusieron parcialmente antes de ser devueltas al Tesoro para la reapertura de Notre-Dame.
Un contexto humano que hay que cuidar
Además de la presión mediática, esta reivindicación adquirió también un aspecto específico debido a la carga emocional y al trauma sufrido por los responsables del Tesoro. Estas personas habían perdido su lugar de trabajo, su lugar de culto, y habían fracasado, aunque involuntariamente, en su misión de preservar y transmitir el patrimonio que tenían a su cargo. Tranquilizarles y responder a sus preocupaciones era esencial para la misión de ajuste de pérdidas. Para ilustrar este punto, no dejaban de mencionar el ambón[1], que había sido aplastado, al igual que el director del coro.
Esta tarima de madera no tenía ningún interés patrimonial particular, pero tener en cuenta el trauma que representaba esta pérdida permitió a los asegurados sentirse escuchados y apoyados en este difícil momento.
Tras la gestión y el seguimiento de esta catástrofe, ver a Notre-Dame-de-Paris reabrir y acoger de nuevo a sus fieles y visitantes es un momento especialmente emotivo para quienes intervinieron en un contexto tan extraordinario.Con la confianza de grandes operadores en Francia y en todo el mundo, nuestros peritos de siniestros y expertos en obras de arte ya han gestionado numerosos contextos críticos y delicados. Para saber más sobre nuestras soluciones, visite nuestro sitio web aquí.
[1] Podio o atril elevado situado a la entrada del coro de una iglesia. Desde el ambón se proclama la Palabra de Dios. También se utiliza para predicar.