Las instalaciones de cultivo de cannabis suelen denominarse "laboratorios" que albergan viveros u operaciones hidropónicas para cultivar plantas de cannabis. Estas instalaciones funcionan prácticamente en todos los estados -desde grandes zonas urbanas hasta pequeñas comunidades rurales- y su tamaño varía desde unas pocas plantas en un sótano de una habitación hasta un almacén con más de 10.000 plantas.
Es probable que las operaciones de cultivo -legales y no legales- sigan extendiéndose a medida que las ventas mundiales de cannabis tiendan al alza año tras año. Según BDSA, una empresa de investigación con sede en Denver experta en el mercado de los cannabinoides, las ventas mundiales de cannabis superaron los 35.000 millones de dólares en 2022, un 22% más que el año anterior. Para 2026, se prevé que las ventas mundiales superen los 61.000 millones de dólares.
A medida que las operaciones de cultivo se hacen más omnipresentes, es fundamental comprender los amplios riesgos que la producción de cannabis plantea a los operadores y al público.
Equipamiento de las instalaciones de cultivo
El cultivo de cannabis en interiores requiere iluminación artificial, aire acondicionado y deshumidificación -que imitan elementos del exterior y permiten controlar los parámetros ambientales-, además de agua, electricidad y otros servicios. Otros equipos necesarios son las estanterías, las mesas de recorte, las luces y sistemas de cultivo, los ventiladores, los equipos de secado, los controles de temperatura y humedad, las estanterías verticales, las necesidades de embalaje y los sistemas de almacenamiento de alta densidad.
Métodos de extracción
La extracción es la conversión de las moléculas objetivo del cannabis en una forma utilizable. Se extrae el aceite de la planta y se recogen sus potentes compuestos: el tetrahidrocannabinol (THC), el principal compuesto psicoactivo que produce la sensación de colocón, el cannabidiol (CBD), que no puede causar un colocón por sí mismo, y los terpenos, compuestos que dan forma a aromas distintivos y son parte integral de la creación de aceites para vapear, lociones, alimentos, etc.
La extracción de hidrocarburos, o extracción de aceite de hachís de butano (BHO), es uno de los métodos basados en disolventes más populares y eficaces, con unos costes de explotación relativamente bajos. También está plagado de riesgos debido a su uso de butano, un hidrocarburo altamente inflamable que se encuentra en el petróleo crudo, el gas natural y el carbón, utilizado por los extractores por su pureza y su bajo punto de ebullición. El proceso de extracción del BHO implica primero la destilación fraccionada, que separa los componentes del petróleo crudo y comprime el butano en un líquido inodoro y altamente inflamable. A continuación, el butano líquido se utiliza para lavar el material de la planta de cannabis, disolviendo los cannabinoides y los terpenos. El resultado es un aceite viscoso con infusión de cannabis. Aunque eficaz, la extracción de BHO puede ser extremadamente peligrosa si no se hace correctamente, ya que el butano es propenso a explotar.
El butano se extrae bien mediante extracción en circuito cerrado (realizada en instalaciones profesionales), que elimina la posibilidad de fugas de gas al contener todos los disolventes inflamables dentro del equipo de extracción de calidad comercial, o bien mediante la extracción en circuito abierto, mucho más peligrosa. Durante las extracciones en circuito abierto, el material de cannabis en bruto y el butano se colocan dentro de un tubo de metal/vidrio para separar los cannabinoides del material vegetal. A continuación, el butano se libera a la atmósfera. Una simple chispa o llama puede provocar fácilmente una explosión mortal. La mayoría de las operaciones ilegales recurren a este último método.
Ejemplos de pérdidas
Diane Spinner, experta veterana en servicios contra incendios de EFI Global, ha investigado varias explosiones de butano y aceite de miel, todas ellas en edificios de apartamentos. En uno de los casos, la vecina de al lado no se percató de la actividad, pero se vio envuelta en una explosión.
Robert Rullan, investigador principal de incendios de EFI Global, acudió a otro incidente en una vivienda unifamiliar. En el lugar, observó material frondoso fluyendo por el camino de entrada mientras se rociaba el garaje con agua. Un bombero fue trasladado al hospital tras sufrir una descarga eléctrica. La investigación de Rullan reveló posteriormente que el inquilino había cableado incorrectamente el cuadro eléctrico y puenteado el contador para robar electricidad.
En otro suceso, los investigadores descubrieron una operación después de que un incendio se propagara por una nave industrial. En el interior se encontraron grandes cantidades de butano y cables alargadores tendidos por todas partes. Si el butano hubiera estado ardiendo minutos más, se habría producido una gran explosión que habría dañado las propiedades colindantes.
Consideraciones sobre pérdidas y peligros habituales
Muchos cultivadores excesivamente indulgentes sustituyen los disyuntores domésticos por otros de mayor potencia cuando se disparan repetidamente. Pero si hay demasiados aparatos eléctricos conectados a un circuito y su consumo de corriente supera el valor nominal del disyuntor, se supone que éste se dispara para su seguridad. El cableado eléctrico también es problemático, como empalmar demasiados conductores eléctricos o retorcer y pegar las conexiones en lugar de utilizar tuercas para cables.
La iluminación de descarga de alta intensidad (HID) utilizada en los cultivos de cannabis presenta un riesgo cuando los materiales combustibles entran en contacto con la lámpara de vidrio caliente, lo que provoca la rotura del vidrio y la dispersión de los restos calientes. La iluminación fluorescente puede ser peligrosa si está mal cableada, es barata, defectuosa o contiene balastos o fuentes de alimentación propensos a fallos.
Muchas instalaciones no cumplen los requisitos del código eléctrico nacional (NEC). Algunos operarios incluso evitan el pago de las facturas puenteando el contador eléctrico. Además de ser ilegal, esta práctica expone al operador a descargas letales y a posibles riesgos de incendio.
Los métodos de instalación inadecuados, la falta de limpieza, el uso de equipos no certificados por Underwriters Laboratories (UL) y la falta de mantenimiento adecuado aumentan el riesgo de conexiones deficientes e incendios, incluso en instalaciones gestionadas legalmente. Las pérdidas pueden evitarse realizando una evaluación de riesgos con expertos técnicos que puedan identificar los peligros y ofrecer opciones para mitigarlos.
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