Escrito por Beth Burry-Jackson, MA, CRC, ARM, SVP, gestión de casos, programas clínicamente integrados y Kimberly Culver, MSN, RN, RDMS, RT(R), directora de farmacia clínica
La mención de los casos de COVID-19 de larga duración y su repercusión en el lugar de trabajo ha pasado a ocupar un lugar destacado en muchos debates, incluso en los niveles más altos de la administración pública; desde esta semana, el COVID de larga duración es ahora una afección reconocida y protegida por la Ley sobre Estadounidenses con Discapacidades (ADA).
Es importante que los profesionales del sector se mantengan al corriente de la evolución de esta situación y comprendan qué papel pueden desempeñar en los esfuerzos de las empresas por gestionar la productividad en el lugar de trabajo y satisfacer mejor las necesidades de los trabajadores de hoy en día. Para avanzar en la conversación, examinamos la definición de casos de larga duración, compartimos estadísticas y cifras importantes que subrayan su frecuencia y esbozamos estrategias para abordar estos casos en el futuro.
En primer lugar, "COVID-19 de larga duración" es un término genérico que engloba los casos de síndrome COVID post-agudo. Los pacientes con COVID de larga duración tienden a presentar síntomas continuados, nuevos o recurrentes a pesar de haber dado negativo en las pruebas de detección del virus COVID-19 en medio de una recuperación inicial. Estos síntomas pueden ser continuos durante varios meses o persistir durante más de un año con diversos grados de gravedad o complejidad.
Aunque queda mucho por aprender sobre los casos de COVID de larga duración, su prevalencia parece ir en aumento. Estudios recientes muestran que aproximadamente el 80% de los pacientes infectados por COVID-19 desarrollaron uno o más de estos síntomas a largo plazo.
En una encuesta reciente de publicaciones y estudios, se identificaron los síntomas más comunes de los viajes largos. Se calcula que el 50% declararon fatiga, el 44% dolores de cabeza y el 27% trastornos de atención. La caída del cabello y la dificultad respiratoria completan los cinco primeros puestos, con un 27% y un 25% respectivamente. Las teorías en torno a la causa de estas afecciones eran variadas: algunos especulaban con que surgían de la activación inmunitaria y otros proyectaban que se debían a daños causados por el virus o a una presencia de bajo nivel del virus.
Es fácil suponer que síntomas comunes como la fatiga extrema o la disfunción cognitiva pueden tener ramificaciones significativas en la iniciativa de vuelta al trabajo de una organización o en la productividad general. Si se combinan los síntomas de larga duración con otros deterioros de la salud física y mental, el efecto puede verse magnificado; por ejemplo, el desacondicionamiento físico acompañó a menudo al virus COVID-19, como consecuencia del tiempo de ausencia del trabajo debido a la enfermedad o a la cuarentena. Ahora hay que añadir la niebla cerebral que puede impedir el tiempo de reacción, la memoria o la asimilación de nueva información. Estas circunstancias pueden retrasar la vuelta al trabajo y disminuir significativamente la productividad.
Las primeras estadísticas lo confirman, ya que el 45% de los trabajadores encuestados afirmaron que necesitaban un horario de trabajo alterado en comparación con su situación anterior al COVID. Además, el 22,3% declaró que no podía trabajar en absoluto debido a una enfermedad. Un estudio de la Coalición de Empleadores para la Gestión de la Discapacidad (Disability Management Employers Coalition, DMEC) informó de un aumento de las solicitudes de adaptación durante el año pasado, siendo la solicitud número uno la de trabajar a distancia.
Estas observaciones y hallazgos tienen implicaciones tanto para los profesionales de siniestros como para los clínicos en términos de cómo pueden atender mejor a los trabajadores que han sido infectados por el coronavirus y pueden estar experimentando síntomas de larga duración.
- Por ejemplo, es importante que los profesionales de la tramitación de siniestros escuchen activamente a los trabajadores e identifiquen precozmente esas preocupaciones para que puedan adoptarse medidas de intervención temprana.
- Asimismo, los médicos deben supervisar y gestionar la utilización de la farmacia y la atención médica para garantizar el tratamiento integral de la persona.
- Los profesionales que supervisan la atención y las reclamaciones de las personas afectadas deben tener en cuenta tanto las necesidades de salud física como las de salud mental.
Los empresarios también disponen de una serie de opciones y estrategias para hacer frente a los casos de COVID de larga duración.
- Una mayor concienciación y comprensión puede ayudar a las organizaciones a ser proactivas a la hora de ayudar a los empleados que informan de este tipo de síntomas.
- Las organizaciones deben ayudar a los trabajadores a comprender toda la gama de prestaciones que reciben y cómo acceder a sus planes de prestaciones; esto incluye promover la disponibilidad de programas de asistencia a los empleados (EAP) cuando estén disponibles.
- También puede ser útil que los empresarios evalúen las funciones y los requisitos del puesto y ofrezcan flexibilidad en las funciones y los horarios siempre que sea posible.
A principios de esta semana, la administración Biden anunció que el COVID prolongado se considerará una discapacidad en virtud de la ADA. Si bien los síntomas o las condiciones reales deben calificar a la persona como una discapacidad, este es un paso importante en el reconocimiento del impacto que ha tenido o tendrá en los individuos. Además, subraya la acción que los empleadores deben tener en cuenta para las personas con COVID prolongado al considerar ajustes razonables en virtud de la ADA.1
En los próximos meses seguirá apareciendo nueva información relacionada con el COVID-19 y los casos de larga distancia. Como tantas otras cuestiones, exigirá que los empresarios se mantengan vigilantes, ágiles y receptivos. Nuestros clientes pueden estar seguros de que estaremos atentos, ya que nosotros también estamos en esto a largo plazo.
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